and ne forthedon na

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sábado, 11 de febrero de 2017



Vemos (imaginamos) a Castoriadis en el centro del ágora, recordándonos una y otra vez viejos sentidos de viejas palabras. Mejor, oímos a un viejo griego formular enigmáticas proposiciones históricas que, en su boca, semejan mandamientos para toda época. Nos habla de democracia (el gobierno del demos) como de un régimen de autorreflexividad colectiva. -Sabemos de sus posturas radicales (“ser radical es tomar la cosa desde la raíz. Y para el hombre, la raíz es el hombre mismo.” Marx); sabemos que sus empecinamientos eran de raíz crítica, en el sentido (mentado por él mismo) de una crítica con el acento puesto en 'aquello de que se trata' (dice: "no estamos en democracia, sino en regímenes de oligarquía liberal"); y que todo lo que nos pasa debe ser entendido en el sentido de una paideia, es decir, del "conjunto de influencias formadoras a las que estamos expuestos". Así, estamos (hermosa visión) sometidos a diversas paideias, según el ámbito donde nos dejamos vivir -a pesar de esa fuente normalizadora y destructora de paideias que es, por decir, la televisión. Pero no podíamos dejar de recordar que este hombre, crítico, radical, lleva (¿como todo griego?) inscripto en la frente un mandato que la poesía nos recuerda así: “No es lo que existe, sino lo que podría y debería existir, lo que tiene necesidad de nosotros”


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